Dicen que lo bueno, si hay algo, de los malos momentos, es que al final se pueden contar en pocas líneas. Así, podemos decir "pasé diez años en una relación tormentosa" o "me dolió el estómago toda la noche". Lo malo se comprime. No toma, como se puede ver, más de diez palabras relatarlo. Y, por el contrario, lo bueno parece expanderse en el libro de nuestros días. Apenas hace unos días tuve oportunidad de comprobarlo. Luego me da por pensar que la felicidad ocurre en momentos esporádicos justamente cuando no la esperábamos. Es tan caprichosa que igual se esconde en la sonrisa de alguien que en el error propio. Qué se yo. (<--- Frase expropiada a los Argentinos). Hace unos días me reencontré con alguien que me regaló uno de esos momentos en los que es imposible reprimir una sonrisa. A ella le dedico y le he dedicado las últimas páginas de mi vida. Lo cual me sorprende porque siempre surgen nuevas maneras de contar y recordar. Igual es algo inútil, pura fantasía. Pero ese pequeño instante de magia, ese segundo de luz, se quedará grabado en mi reloj. Lo importante, al final, como ya dije hace unos días, es seguir jugando. Y añado: seguir soñando. Esa debe ser la "única forma de vivir".
Vivimos en un mundo relativo. Nada en este mundo es verdad. Todo depende. Aún la más verdadera verdad oculta la siempre ingrata posibilidad de ser mentira. Por ello este sitio se declara mentiroso. Porque las mentiras también son relativas; y entonces, aún la más mentirosa de ellas encierra entre sus letras la sublime posibilidad de ser verdad.
martes, 22 de mayo de 2007
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