lunes, 27 de julio de 2009

Relegadas por inutilizables

¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de las tantas penosas calamidades de la vida?

Tal vez nunca deje de asombrarme este fragmento de la carta que Freud le responde a Einstein, quien se había dirigido al psicoanalista buscando una explicación a los motivos de la guerra. Después de esbozar una respuesta, Freud se permite construir esa pregunta retórica. ¿Por qué hacemos tanto problema por la guerra? El tono de la respuesta es definitivo.

Apunto a algo diferente; creo que la principal razón por la cual nos sublevamos contra la guerra es que no podemos hacer otra cosa. Somos pacifistas porque nos vemos precisados a serlo por razones orgánicas. Después nos resultará fácil justificar nuestra actitud mediante argumentos.

No tengo intención de hablar de psicoanálisis pues no es este un espacio teórico. A pesar de todo, no es sin él —y por eso decidí iniciar con este fragmento— que puedo compartir la idea que me ha venido rondando al cabeza desde hace algunos meses —¿o serán años?—. La idea no es otra que la de un fragmento que resiste, por estructura, a la inclusión en todo orden que se pretenda una unidad. ¡Es una idea esperanzadora! Pero vayamos por partes. ¿Por qué dice Freud que los pacifistas se ven precisados a serlo por razones orgánicas? Lo hace para dar cuenta de algo que no pasa por la conciencia o la voluntad. Se pueden dar muchos argumentos racionales pero, al menos para Freud, su repulsa a la guerra no pasa por ahí. Es algo que se vuelve imperioso, como decía Geoffrey Rush al personalizar al Marqués de Sade, "mi escritura es involuntaria, como el latido de mi corazón. ¡Mi erección constante!". No es casual que hable del arte en este punto, pero volveré sobre eso más adelante. La idea, para insistir un poco más, es que no existe tal cosa como una unidad. Siempre se trata, meramente, de una ilusión. El yo no es una unidad, la comunidad no es una unidad, el sentido común tampoco lo es y, precisamente por eso, ni el gobierno más opresor ni el régimen más totalitarista han logrado conformar unidades. Siempre algo queda por fuera, excluido, relegado por inutilizable (al régimen) y, ese algo, mantiene, a pesar de todo, el poder para romper la supuesta unidad. Es esperanzador saber que el germen de esa resistencia reside en cada uno de nosotros.

Claro que, por otro lado, que no exista la unidad, acarrea también sus complicaciones. Por ejemplo, que sea imposible unir a dos personas y, por ende, la idea de la media naranja no va más. Sin embargo, no todo es tan malo. La complementariedad, la unión perfecta, sería, en todo caso, mortífera. Baste el ejemplo del Nazismo o, en el plano del amor, la historia de Romeo y Julieta o, también, un poco más gráfico, la historia de amor narrada por Almodóvar en su película Matador. Que haya algo que resista sigue siendo esperanzador. Da lugar a fenómenos tan inclasificables como el arte. Esas pasiones relegadas por inutilizables, en mi opinión, motorizan el trabajo del artista. ¿No será por eso que el arte siempre tiene un carácter antisocial? El arte hace elogio de la imposibilidad. De lo imposible de la unidad como del encuentro real de dos personas. Sin embargo, acaso sea la única forma de tender un puente entre lo que se supone que no se una. En mi opinión es sólo a través del arte que, por instantes fugaces e inapresables, entramos en contacto con otros seres humanos. A final de cuentas, tal vez lo que nos une sea sólo una ilusión pero, si hay algo cierto, es que todos estamos en falta. Todos deseamos y el arte es un elogio del deseo.

¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo. Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra. —Sigmund Freud—

sábado, 18 de julio de 2009

Un suspiro

Tenía fragmentos de este poema que había empezado a escribir para una novela que aún no ha visto la luz. Hace poco los rescaté del olvido aunque, viéndolos fríamente, han perdido su significado —si es que algún día lo tuvieron—. Ja.

¿Quién iba a decirlo querida?
portabas el arma homicida
oculta en tus ojos de mar
ni me ilusiona ni lo pienso
este final no es un comienzo
es sólo un juego del azar

Que deponga por tu belleza
el arsenal de esa promesa
que ya no pretendo cumplir
es efecto de esta quimera
no estoy hecho con la madera
para forzarte a sucumbir

Mas todavía no resigno
el gran anhelo de ser digno
de tus labios alguna vez
que no se extinga aquella llama
hasta el peón besa a la dama
en algún juego de ajedrez

El alma extraña lo que miro
su sufrimiento es un suspiro
mudo reclamo del dolor
aunque proteste el cuerpo entero
nunca es catorce de febrero
por mucho que grite el amor

¿Quién iba a decirlo cariño?
he ido perdiendo hasta el aliño
soñando tus ojos de luz
menor reto tuvo Romeo
lo imposible atiza el deseo
y clava estacas en mi cruz

- Dany Marlowe -

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...