sábado, 1 de noviembre de 2008

Calaverita psicoanalítica

Estaba un día el Santos...
perdone, la Santa Muerte,
enseñando sus encantos
al jerarca de la suerte.

Al primero de sus besos,
el amor prendió a la flaca,
empezaron los decesos,
se llevaron al Canaca.

Como puerco lo amarraron
al velo de la gran dama.
Lo que en pesos le robaron,
se lo pagaron en fama.

En su angustia los maestrandos,
en Lacan buscaron calma.
La calaca tomó el mando
de los goces de sus almas.

La muerte no se detuvo,
fueran hombres o mujeres.
A Lacan lo volvió nudo.
Ahora duerme con Umérez.

Cuando el azar y la parca
derrochan bajas pasiones,
ni el buen Freud deja más marca
que "destinos y sus pulsiones".

A Chucho lo sorprendieron
comiendo su milanesa.
Unos dicen que lo vieron
con el capo de francesa.

Carmen de pura amargura,
negoció con la Catrina.
Su dirección de la cura,
es morir en la Argentina.

Las velitas de la Adriana
se apagaron en conjunto.
Pues un golpe de guadaña
la reunió con el difunto.

El Edgar muy precavido,
tomando de su mezcal,
no vio al manto del olvido,
jalarlo pa' su huacal.

De la Alexa ni se diga.
Que llamando a su adorado
encontró quien la bendiga
con la calma del finado.
Y ¿qué decir de Susana?
Esa se viene conmigo.
La muerte de mala gana
se la permite a un amigo.

Nueve muertitos más tarde
no queda ya más papel.
En la casa no hay más arte,
ni boleros de Raquel.
La huesuda ríe sola,
el trabajo ha terminado.
En la mano la pistola,
no dejó ni uno parado.

- Dany Marlowe -

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...