jueves, 17 de diciembre de 2009

Mal y tarde

No quedan brasas bajo la ceniza,
ni sal sobre las letras del teclado.
El punzón de tu desdén se ha quebrado
dejando en mí una herida imprecisa.

No madura lo que no cicatriza.
Se repiten las fallas del pasado.
La pasión es un fuego despiadado,
un ciego caminando en la cornisa.

Quedan los restos fríos de un anhelo,
la boca de un pez que busca tu boca
en el filo mortal de algún anzuelo.

En la obscena soledad desemboca
el sueño de tu piel de caramelo
que nubla casi todo lo que toca.

- Dany Marlowe -

sábado, 21 de noviembre de 2009

Metablog # 4

Este fue mitad a pedido, mitad por placer. La dirección es: http://abelcervantes.blogspot.com Todo lo que tenía por decir lo dije en estos tercetos encadenados.

PIMIENTA Y MIEL
tercetos enABELados

Espero no confunda el visitante
el arte de este ilustre mexicano
con magia de un afgano sin turbante.

Con más pinta de rojo que artesano,
—lo saben los herejes y los fieles—
Caín nunca mató mejor hermano.

Robando a los marxistas sus pinceles,
le levanta las faldas a las musas
que bajan del Parnaso a los moteles.

Busca encontrar debajo de sus blusas
el arma que fusile al desencanto,
un escudo que hiele a las medusas.

Mucho más hijo que espíritu santo.
La miseria y el mal son su problema,
el sexo y el amor son su esperanto.

Seduce tanto o más como blasfema.
Cada imagen es un grito silente;
mejor matarse a besos es su lema.

Aún hay quien afirma que el presente
es un soldado fiel y moralista,
aunque el firmante piense diferente.

Decoran su carnet de ecologista
—lo natural viene siempre primero—,
los rasgos más humanos del artista.

Perdonen este verso lisonjero.
El motivo de esta tinta sin fama
es quitarme mi anónimo sombrero.

Sin embargo, si la verdad reclama,
el gran secreto de su recetario
es privilegio de sólo una dama.

La pimienta y la miel en el armario.
Calladas historias de cabecera
que condimentan su lienzo incendiario.

Más vale vivir por una quimera
aunque se aproximen días lluviosos.
Con tal de vivirlos a su manera.

Pocas obras recogen los destrozos
del corazón y de la cremallera,
como los cuadros de los amorosos.

- Dany Marlowe -

jueves, 29 de octubre de 2009

Calebrierita

Dicen que ya no vacila
desde que toma tequila
y se analiza con Freud.
La obsesión dejó su mente.
Siempre que bebe aguardiente
dice "mato, luego soy".

La flaca no cree en el pase.
Mejor empina el envase
de fernet o de champán.
Total, el fantasma es ella.
Si le pasan la botella
no atraviesa ni Lacan.

De este análisis del pisto
te juro que nunca he visto
a algún incauto volver.
La dama del gran misterio
se carcajea del imperio
del principio del placer.

No sé si es cosa del goce
pero Dora ya no tose
desde que está en el panteón.
Cuando el síntoma se ensaña
le comenta a su guadaña:
¡Que comience la función!

Hoy abrieron la cantina.
Nuestro Juanga desafina
en su concierto final.
Huesuda, ¡ya no hay respeto!
Nos afanaste al sujeto
mientras tomabas mezcal.

La marmota dormilona
se encontró con la pelona
—entiéndase sin albur—
mientras besaba la mesa
por exceso de cerveza
en algún pueblo del sur.

Del siguiente mosquetero
la moral de misionero
fue su principio del fin.
La pulsión busca su meta.
Ya lo sabe el proxeneta
y su carnal el Caín.

Con las botas por delante
desfila el significante
perdido de la mujer.
Ahi va nuestra cumpleañera.
Sé de una madre soltera
que no podrá socorrer.

Las pedas son más baratas
desde que estiran las patas
las divas de la canción.
Desde que expiró Paquita
en mi corazón palpita
pura tristeza con ron.

No se me encele, marica.
La bondadosa tilica
ya vendrá por su merced.
Hoy nos vamos de pachanga
con la señora del Juanga
hasta que muera la sed.

Hay quien buscando un cordero
con el amigo sincero
hizo del vicio quietud.
Lo mismo que en Puerto Rico;
todas clavaron el pico
bailando hasta el ataúd.

Algo tiene la Argentina
que me pone a la catrina
con ánimos de matar.
Será el vino y la joda
o en analista de moda.
Hoy nadie puede escapar.

Ya tuvimos Tres ensayos.
Dos dejaron a sus gallos
amarrados por ahí.
Tanto cariño del bueno.
Fueron flama y queroseno
para el mortal frenesí.

La que en el cine dormía
se encontró con Doña Fría
tomando whisky escocés.
No más cambios de campera.
La pijama de madera
cubrirá su desnudez.

Mi verso se tambalea.
No alcanzan a Dulcinea
las letras sobre el papel.
Que se apure la calaca
pa' quitarme esta resaca
que sólo cura su piel.

En la fiesta del deceso
ningún trago salió ileso.
Lo digo con emoción.
La parca no dejó duda.
Nadie dirige la cruda
cuando ella baja el telón.

- Dany Marlowe -

viernes, 4 de septiembre de 2009

El rumor del oleaje

Un primer acercamiento a Mishima


Habría que averiguar las palabras exactas de Murakami pero, al menos en lo que a mí respecta, no existe una sola razón para no gustar de Mishima. El rumor del oleaje es tal vez muy armónica, sin giros abruptos ni tragedias, pero no por ello deja de ser apasionante. Es un viaje de una belleza ante la cual, como occidental, sólo puedo guardar el más admirado y respetuoso silencio. Tal vez es eso lo que lo diferencia de Murakami. En éste se pueden ubicar más rastros del mundo occidental, con su música y el desamparo al que nos enfrenta la sociedad capitalista. Al menos en este primer acercamiento, Mishima se me antoja más tradicional, más ajeno; la fotografía de un Japón que, por desconocido, me resulta fascinante.

lunes, 24 de agosto de 2009

El enigma de Murakami

Hoy leía cierto blog de inspiración molusca y me dio por recordar un antiguo debate que he mantenido con Soledad: el enigma de Murakami. Iniciamos, como casi todos los que se acercan al autor, embelesados por el particular modo de armar historias ubicadas en un punto medio entre la vigilia y el sueño, tal vez incluso entre la razón y la locura. Sputnik mi amor fue, durante un tiempo, un estandarte, un lugar común para nuestra amistad. Sin embargo, en opinión de Soledad, después de repasar Tokio blues y Al sur de la frontera, al oeste del sol los temas comenzaban a repetirse. Un chico solitario encuentra amores del pasado que nunca tienen éxito. Cierta amiga japonesa le comentó que en Japón no se le quiere, que es un Paulo Coelho cualquiera. Me sorprendió escuchar esto pero no tardé en comprobar que en verdad existen opiniones encontradas sobre su obra. En Japón se le critica porque no se ha mantenido fiel a la tradición japonesa y porque no le gusta —esto no lo sabía pero me sorprende— Yukio Mishima. Sin embargo, aún en Japón se le entregó el premio Yomiuri, otorgado por Kenzaburo Oe (premio Nobel en 1994 y uno de sus principales críticos). El mundo occidental, por su parte, le ha otorgado el premio Franz Kafka (premio ganado, en sus ediciones anteriores, por dos premios Nobel: Harold Pinter y Elfriede Jelinek) por su novela Kafka en la orilla. Se ha provocado —lo que se podría llamar— el Murakami-boom. Por mi parte, me he leído lo que hay disponible de su bibliografía en español. ¿Qué puedo decir? ... Aún nada. He leído a Kenzaburo Oe, a Kawabata, a Sei Shonagon y tengo en la lista de pendientes a Mishima y Murasaki. Después de hacer un recuento, sólo me resta pensar que hay algo intraducible en el paso de oriente a occidente, algo que no pasa a través de las palabras. ¿Será como opina Soledad, el Paulo Coelho de Japón? En mi opinión, como ocurre frecuentemente, el enigma sólo puede ser resuelto si abandonamos el campo. ¿Hacia donde debemos partir? ¡Hacia el cine! ¿Acaso no le pasaba lo mismo a Akira Kurosawa? Su cine nunca fue bien recibido en Japón porque el tono de sus historias era más cercano a los Westerns que al de la cinematografía japonesa. Sin embargo, para el mundo occidental sus películas representaron un parteaguas. Starwars se basó en La fortaleza escondida de Kurosawa. George Lucas y Francis Ford Coppola siempre manifestaron su admiración por el arte de Kurosawa, llegando incluso a producir una de sus películas. Cannes le otorgó la Palma dorada por Kagemusha. Creo que con Murakami nos encontramos ante un caso similar. ¿Qué se podía esperar de un traductor de Capote, Chandler y Fitzgerald? Murakami adapta al mundo occidental al japonés del mismo modo en que Kurosawa hacía con sus películas. No podemos culpar a los japoneses por no verse representados pero —al menos esa es mi postura— no le quita mérito a su arte. Además, ¿no es la responsabilidad de todo trabajo artístico atentar contra la tradición?

martes, 4 de agosto de 2009

Aquella mañana

Puedo hacerme una imagen mental. 199 escritores suspiraron frente al puesto de revistas. Otra derrota.


y bueno...


la vida sigue.

domingo, 2 de agosto de 2009

El subte C y la despedida

La línea C del subte (metro pa' los paisanos) realiza su recorrido entre Retiro y Constitución. Si uno planea salir de Buenos Aires por tierra y no posee un automóvil, la estación Retiro es la opción indicada. Tanto los trenes como los autobuses parten de dicho lugar. Pocas veces la utilizo porque sólo hay un destino que visito en ese recorrido: la estación San Juan. Lo particular de dicha línea, sobretodo un sábado por la mañana y gracias al menor flujo de usuarios, es que uno puede identificar a los viajeros que se dirigen a Retiro. No sólo las grandes maletas los delatan, uno puede darse cuenta por su mirada. Una extraña mezcla de sorpresa, asombro y terror se apodera de los usuarios que acaban de llegar a la ciudad o que —como suele ser común— no estuvieron aquí el tiempo necesario como para dejarse absorber. Pero, ¿absorber por qué? ¿Por qué ya no tengo esa mirada? Si algo es cierto es que la ciudad no me ha adoptado. Que yo esté o no, a ella no le importa. Tal vez se trate de otra cosa y el que realmente ha adoptado a la ciudad soy yo. Ella se ha instalado en mi interior dejando una marca que supongo es indeleble. Sin embargo, no puedo identificar en qué viaje dejó de parecerme extraña. ¿En qué café, en qué librería, en qué acera dejó de serme ajena?

A unos metros de la estación San Juan, cruzando la Avenida 9 de julio (la que yo creía —antes de visitar Wikipedia— la avenida más ancha del mundo) se encuentra el edificio donde viven varios de mis amigos. Este sábado por la mañana acudí al desayuno-despedida de una de mis amigas que vuelve a México. Lo extraño es que, después de pasar el día entero en compañía del grupo de amigos que se ha formado aquí, me di cuenta de que también he adoptado a esta nueva familia como lo hice con Buenos Aires. Tal vez, incluso, se trate de una y la misma cosa. Al final, después de múltiples e interminables despedidas, no conseguí sentirme desdichado. ¿Por qué? Bien puede ser porque yo mismo he de volver a México y la distancia que ahora me separa de ella se reducirá considerablemente. Pero no creo que se trate de eso. Mientras mis amigos le dirigían las más conmovedoras palabras me di cuenta de algo. La dificultad de transmitirle la falta que nos va a hacer era síntoma de que aquello que nos une no pasa por una razón lógica o siquiera formulable en palabras. Si se tratara, por ejemplo, de interés... eso podría decirse: "me harás falta porque me interesaba tu comida... o tus libros...". Pero ¿qué nos hará falta de ella? No lo sé. No sé si pueda enunciarse. Lo cierto es que la marca que nos deja y que hemos dejado en este grupo se me antoja, también, indeleble. También con ellos me cuesta ubicar en qué momento nos volvimos amigos. ¿Fue cuando llamaron para invitarnos a un asado? ¿Cuando tomamos el primer café en la facultad? Todavía tendrá que venir el tiempo a poner a prueba estas relaciones pero, al menos en lo que a mi respecta, creo firmemente que el día que volvamos a vernos, será siempre el día después de ayer.

lunes, 27 de julio de 2009

Relegadas por inutilizables

¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de las tantas penosas calamidades de la vida?

Tal vez nunca deje de asombrarme este fragmento de la carta que Freud le responde a Einstein, quien se había dirigido al psicoanalista buscando una explicación a los motivos de la guerra. Después de esbozar una respuesta, Freud se permite construir esa pregunta retórica. ¿Por qué hacemos tanto problema por la guerra? El tono de la respuesta es definitivo.

Apunto a algo diferente; creo que la principal razón por la cual nos sublevamos contra la guerra es que no podemos hacer otra cosa. Somos pacifistas porque nos vemos precisados a serlo por razones orgánicas. Después nos resultará fácil justificar nuestra actitud mediante argumentos.

No tengo intención de hablar de psicoanálisis pues no es este un espacio teórico. A pesar de todo, no es sin él —y por eso decidí iniciar con este fragmento— que puedo compartir la idea que me ha venido rondando al cabeza desde hace algunos meses —¿o serán años?—. La idea no es otra que la de un fragmento que resiste, por estructura, a la inclusión en todo orden que se pretenda una unidad. ¡Es una idea esperanzadora! Pero vayamos por partes. ¿Por qué dice Freud que los pacifistas se ven precisados a serlo por razones orgánicas? Lo hace para dar cuenta de algo que no pasa por la conciencia o la voluntad. Se pueden dar muchos argumentos racionales pero, al menos para Freud, su repulsa a la guerra no pasa por ahí. Es algo que se vuelve imperioso, como decía Geoffrey Rush al personalizar al Marqués de Sade, "mi escritura es involuntaria, como el latido de mi corazón. ¡Mi erección constante!". No es casual que hable del arte en este punto, pero volveré sobre eso más adelante. La idea, para insistir un poco más, es que no existe tal cosa como una unidad. Siempre se trata, meramente, de una ilusión. El yo no es una unidad, la comunidad no es una unidad, el sentido común tampoco lo es y, precisamente por eso, ni el gobierno más opresor ni el régimen más totalitarista han logrado conformar unidades. Siempre algo queda por fuera, excluido, relegado por inutilizable (al régimen) y, ese algo, mantiene, a pesar de todo, el poder para romper la supuesta unidad. Es esperanzador saber que el germen de esa resistencia reside en cada uno de nosotros.

Claro que, por otro lado, que no exista la unidad, acarrea también sus complicaciones. Por ejemplo, que sea imposible unir a dos personas y, por ende, la idea de la media naranja no va más. Sin embargo, no todo es tan malo. La complementariedad, la unión perfecta, sería, en todo caso, mortífera. Baste el ejemplo del Nazismo o, en el plano del amor, la historia de Romeo y Julieta o, también, un poco más gráfico, la historia de amor narrada por Almodóvar en su película Matador. Que haya algo que resista sigue siendo esperanzador. Da lugar a fenómenos tan inclasificables como el arte. Esas pasiones relegadas por inutilizables, en mi opinión, motorizan el trabajo del artista. ¿No será por eso que el arte siempre tiene un carácter antisocial? El arte hace elogio de la imposibilidad. De lo imposible de la unidad como del encuentro real de dos personas. Sin embargo, acaso sea la única forma de tender un puente entre lo que se supone que no se una. En mi opinión es sólo a través del arte que, por instantes fugaces e inapresables, entramos en contacto con otros seres humanos. A final de cuentas, tal vez lo que nos une sea sólo una ilusión pero, si hay algo cierto, es que todos estamos en falta. Todos deseamos y el arte es un elogio del deseo.

¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo. Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra. —Sigmund Freud—

sábado, 18 de julio de 2009

Un suspiro

Tenía fragmentos de este poema que había empezado a escribir para una novela que aún no ha visto la luz. Hace poco los rescaté del olvido aunque, viéndolos fríamente, han perdido su significado —si es que algún día lo tuvieron—. Ja.

¿Quién iba a decirlo querida?
portabas el arma homicida
oculta en tus ojos de mar
ni me ilusiona ni lo pienso
este final no es un comienzo
es sólo un juego del azar

Que deponga por tu belleza
el arsenal de esa promesa
que ya no pretendo cumplir
es efecto de esta quimera
no estoy hecho con la madera
para forzarte a sucumbir

Mas todavía no resigno
el gran anhelo de ser digno
de tus labios alguna vez
que no se extinga aquella llama
hasta el peón besa a la dama
en algún juego de ajedrez

El alma extraña lo que miro
su sufrimiento es un suspiro
mudo reclamo del dolor
aunque proteste el cuerpo entero
nunca es catorce de febrero
por mucho que grite el amor

¿Quién iba a decirlo cariño?
he ido perdiendo hasta el aliño
soñando tus ojos de luz
menor reto tuvo Romeo
lo imposible atiza el deseo
y clava estacas en mi cruz

- Dany Marlowe -

sábado, 27 de junio de 2009

La impresión de aquel beso despechado

No logré entenderlo. El sabor que me dejó aquel repentino y absurdo gesto es tanto el más dulce como el más amargo que he sentido. Aún a estas insomnes horas de la madrugada, una ardiente sensación recorre mis labios. La certeza de que aquel beso reinauguró, de una manera incomprensible, los besos de mi boca, sobrevive a la par de la melancólica convicción de que, inevitablemente, la perdí en el mismo e irrepetible momento en que fue mía por única ocasión en mi vida. No la vi venir. No habría podido verla. Aquel primer y único beso de su boca, tan desesperado como imprevisible, no era producto del amor sino del despecho. Yo había osado posar mi mirada en otra mujer y ella, que nunca me miraba y que nunca había mostrado interés por mí, sintió aquel desvío como un ultraje. Mi mirada ignorada le brindaba un calor no reconocido. Ella jugaba a no verme, pero al hacerlo, ponía en el centro de esa evasión, la importancia de mi mirada. Ahora que yo no la veía, ella no pudo soportarlo. Se acercó hacia mí y, sin darme tiempo a reaccionar, plantó sus labios sobre mis labios. La inadecuación de nuestros movimientos labiales no fue más que el efecto de la sorpresa. Luego ella se fue, sin verme, sin decirme nada, sin explicar a qué se debía aquel gesto absurdo. Sin embargo, la impresión de ese beso no mediado por la esperanza se quedó grabado, con fuego, sobre la memoria que ahora sé, no se encuentra sólo en la mente sino en lugares tan inapropiados como los labios.

jueves, 26 de marzo de 2009

Capricho

El hilo, desde su guarida, me pidió que no lo publicara. A pesar de ello, intenté hacerlo. Los tiempos, la comunicación, las tareas necesarias, todo salió mal. El hilo sabía lo que hacía desde su escondite. Ilustrado en una lengua que no hablo y que no habla ningún ser humano, tuvo el camino fácil. Puso un freno a mis manos, a las manos de mi editora y al sueño de una editorial aún sin nacer. Si una vez me pregunté si aquel sueño podría volverse realidad, si habría algún obstáculo que podría entorpecerlo, no pude ver, para mi mala fortuna, que las novelas mismas, en sus caprichos, a veces no quieren que las lean. Lo único que queda por hacer, es respetarlas.

martes, 10 de marzo de 2009

Habitación 101

En el nombre llevaba la penitencia

Todo inició con una convocatoria y un viaje a Guanajuato.

   —¿Recuerdas esa noticia sobre la pipa que se estrelló con un urbano? 
   —Mmm... sí, hay muchas historias sobre los que viajaban en el urbano. ¿No? 
   —Sí, yo leí una. Ahora cuando vengo a Guanajuato me da miedo chocar con una pipa. 

Soledad llevaba una compilación de cuentos que se llamaba Absurdos de la vida y yo una novela que se llamaba Sueños sin sombra. Ya en aquel momento, aún después de entregar nuestros papeles en una vieja casa decorada con ranas de metal, Soledad estaba en deuda conmigo. 

Nos habíamos propuesto terminar una novela cada quien y publicarla porque, a pesar de nuestras ilusiones, lo más probable —como se pudo comprobar más tarde— era que no ganáramos el concurso. La idea era imprimir las novelas y hacer una presentación en casa de Soledad, con vino, canapés y toda la parafernalia natural de un evento como tal. Su novela se llamaba Conmemoración de un verano y la portada era rosa. Sueños sin sombra era verde y tenía la foto de un niño en el patio de una escuela. Su novela, sin embargo, no fue presentada al concurso ni vio la luz jamás. Como no ganamos el concurso, no pudimos fumarnos los cigarros Faros que habíamos comprado el día que llevamos nuestras obras al concurso y nos tuvimos que conformar con publicar Sueños sin sombra y presentarla en casa de quien, más tarde, inspiraría el resto de mis letras y sueños. 

   —¿Cómo que si quiere flores? Si es mi hermana. Imagínate ¿qué va a decir mi mamá?
   —Jajaja. "¿qué va a decir mi mamá?"
   —I wish I was special, so fucking special, but I'm a creep... I'm a weirdo...
   —¿Sabes? Nuestra amistad es muy fucking special... jajaja


Al año siguiente, volvimos a publicar. Soledad diseñó nuevamente la portada y escribió el prólogo de una novela complicada y catastrófica para mi situación sentimental, 21 cerillas. Los tiempos de la universidad habían terminado y tal vez hubiera sido un buen momento para abandonar la cursilería de seguir nuestro sueño de escritores frustrados. Sin embargo, llegó el año siguiente y volvimos a publicar, en esa ocasión, El espejo de los camaleones, una novela corta, mucho más urgente que planeada. Sin embargo, a pesar de que nuestra joven industria literaria prosperaba, Soledad seguía debiéndome (¿debiéndonos?) una novela. En el horizonte estaba la promesa de El libro de los caracoles, pero por alguna razón, decidió mantenerlo en las sombras. 

   —Oye, ¿algún día tendremos una editorial?
   —Sí, y yo viviré en la casa encima de la editorial.
   —¿Por qué tú y yo no?
   —Porque tú estás enamorado y seguramente tendrás tu casa, tu esposa y tus hijos. Yo siempre estaré sola.


Llegó el 2009 y El hilo en el horno. Pero las condiciones ya no eran las mismas. Yo ya no era aquel estudiante frustrado por un amor imposible y Soledad ya no era la eterna solitaria. Un viaje por Europa le mostró el rostro enamorado de un español. Aún así, decidimos publicar una vez más y nombrar por primera vez nuestra editorial. Le dimos el nombre de Habitación 101. Pensamos que si alguien preguntaba podríamos reír y dejarlo a la imaginación pero el nombre terminó encerrando muchos más significados que los esperados. Habitación 101 es el nombre de la habitación de tortura dentro del Ministerio del amor en la novela 1984. Más allá de su reprochable utilidad, aquella habitación era la evidencia de que aún en el régimen más opresivo el amor irrumpe como el acto más antisocial y transgresor. Soledad y yo compartimos una cierta admiración por esa novela y, en algún sentido, nos sentimos moradores de esa habitación. Sin embargo, nos resta por descubrir si el amor, tan autosuficiente e indócil, que siente cada quien por su respectiva pareja, le permitirán a esta frágil barca iniciar su incierto recorrido; si el amor que no necesita de las letras para sobrevivir, le permitirá a una boca que vive de ellas seguir alimentándose. 
Cada vez que me dolías te sacaba en una letra, ¡que se joda la poesía si es a costa del poeta!

viernes, 13 de febrero de 2009

En silencio

Te puedo pedir que no cuelgues
para guardarme del recelo,
del temor de que no recuerdes
mi voz cuando empiece el deshielo.

Te puedo invadir con mi tinta,
o violentar tu boca entera
y amarte de forma distinta,
pero de la misma manera.

Te puedo despertar inquieto,
nervioso por tu lejanía,
sintiéndome tan incompleto
como un deseo sin tranvía.

Te puedo insistir con promesas
regalos, tiempo, aventuras,
intentando reunir las piezas
de una manía sin fisuras.

Pero tal vez hagamos mal
en descartar así las grietas.
Quizás el amor más real
no lo entiendan ni los poetas.

Y lo que en verdad nos une
no es tuyo, mío, ni de nadie.
Es una rosa sin perfume
tan invisible como el aire.

Te puedo amar sin hacer ruido
haciendo caso a ese misterio,
tan eterno como el latido
que hace tan bello al silencio.

- Dany Marlowe -

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...