Perdimos la conciencia del cuerpo y de la libertad. Los movimientos ya no eran voluntarios. Nos vimos perdidos en la manada cuya fuerza era una sola. ¿Quién guíaba? ¿Hacia dónde? No había respuestas, sólo contacto, sudor, música, gritos, descontrol. Me fue imposible darme cuenta cuando un ágil movimiento de manos me despojó de mi cámara fotográfica. En un momento estaba ahí, en el bolsillo izquierdo de mi chaleco, y al siguiente ya no estaba. No se fue sin un ligero dolor. Tardé varios minutos en acostumbrarme a la idea de las fotos que no volvería a ver. Momentos importantes, como el concierto del día anterior que dejó una marca indeleble en mi memoria. Pero la pérdida no podía arruinar una noche que se anunciaba monumental. Después de todo, como me dijo el ángel que cuida mis sonrisas últimamente, la memoria es algo que no pueden robarnos. Y es ahí donde perviven los recuerdos que no se irán nunca. Eso me ha hecho pensar que a veces dependemos mucho de las cosas que poseemos y tamb
Vivimos en un mundo relativo. Nada en este mundo es verdad. Todo depende. Aún la más verdadera verdad oculta la siempre ingrata posibilidad de ser mentira. Por ello este sitio se declara mentiroso. Porque las mentiras también son relativas; y entonces, aún la más mentirosa de ellas encierra entre sus letras la sublime posibilidad de ser verdad.