jueves, 26 de marzo de 2009

Capricho

El hilo, desde su guarida, me pidió que no lo publicara. A pesar de ello, intenté hacerlo. Los tiempos, la comunicación, las tareas necesarias, todo salió mal. El hilo sabía lo que hacía desde su escondite. Ilustrado en una lengua que no hablo y que no habla ningún ser humano, tuvo el camino fácil. Puso un freno a mis manos, a las manos de mi editora y al sueño de una editorial aún sin nacer. Si una vez me pregunté si aquel sueño podría volverse realidad, si habría algún obstáculo que podría entorpecerlo, no pude ver, para mi mala fortuna, que las novelas mismas, en sus caprichos, a veces no quieren que las lean. Lo único que queda por hacer, es respetarlas.

martes, 10 de marzo de 2009

Habitación 101

En el nombre llevaba la penitencia

Todo inició con una convocatoria y un viaje a Guanajuato.

   —¿Recuerdas esa noticia sobre la pipa que se estrelló con un urbano? 
   —Mmm... sí, hay muchas historias sobre los que viajaban en el urbano. ¿No? 
   —Sí, yo leí una. Ahora cuando vengo a Guanajuato me da miedo chocar con una pipa. 

Soledad llevaba una compilación de cuentos que se llamaba Absurdos de la vida y yo una novela que se llamaba Sueños sin sombra. Ya en aquel momento, aún después de entregar nuestros papeles en una vieja casa decorada con ranas de metal, Soledad estaba en deuda conmigo. 

Nos habíamos propuesto terminar una novela cada quien y publicarla porque, a pesar de nuestras ilusiones, lo más probable —como se pudo comprobar más tarde— era que no ganáramos el concurso. La idea era imprimir las novelas y hacer una presentación en casa de Soledad, con vino, canapés y toda la parafernalia natural de un evento como tal. Su novela se llamaba Conmemoración de un verano y la portada era rosa. Sueños sin sombra era verde y tenía la foto de un niño en el patio de una escuela. Su novela, sin embargo, no fue presentada al concurso ni vio la luz jamás. Como no ganamos el concurso, no pudimos fumarnos los cigarros Faros que habíamos comprado el día que llevamos nuestras obras al concurso y nos tuvimos que conformar con publicar Sueños sin sombra y presentarla en casa de quien, más tarde, inspiraría el resto de mis letras y sueños. 

   —¿Cómo que si quiere flores? Si es mi hermana. Imagínate ¿qué va a decir mi mamá?
   —Jajaja. "¿qué va a decir mi mamá?"
   —I wish I was special, so fucking special, but I'm a creep... I'm a weirdo...
   —¿Sabes? Nuestra amistad es muy fucking special... jajaja


Al año siguiente, volvimos a publicar. Soledad diseñó nuevamente la portada y escribió el prólogo de una novela complicada y catastrófica para mi situación sentimental, 21 cerillas. Los tiempos de la universidad habían terminado y tal vez hubiera sido un buen momento para abandonar la cursilería de seguir nuestro sueño de escritores frustrados. Sin embargo, llegó el año siguiente y volvimos a publicar, en esa ocasión, El espejo de los camaleones, una novela corta, mucho más urgente que planeada. Sin embargo, a pesar de que nuestra joven industria literaria prosperaba, Soledad seguía debiéndome (¿debiéndonos?) una novela. En el horizonte estaba la promesa de El libro de los caracoles, pero por alguna razón, decidió mantenerlo en las sombras. 

   —Oye, ¿algún día tendremos una editorial?
   —Sí, y yo viviré en la casa encima de la editorial.
   —¿Por qué tú y yo no?
   —Porque tú estás enamorado y seguramente tendrás tu casa, tu esposa y tus hijos. Yo siempre estaré sola.


Llegó el 2009 y El hilo en el horno. Pero las condiciones ya no eran las mismas. Yo ya no era aquel estudiante frustrado por un amor imposible y Soledad ya no era la eterna solitaria. Un viaje por Europa le mostró el rostro enamorado de un español. Aún así, decidimos publicar una vez más y nombrar por primera vez nuestra editorial. Le dimos el nombre de Habitación 101. Pensamos que si alguien preguntaba podríamos reír y dejarlo a la imaginación pero el nombre terminó encerrando muchos más significados que los esperados. Habitación 101 es el nombre de la habitación de tortura dentro del Ministerio del amor en la novela 1984. Más allá de su reprochable utilidad, aquella habitación era la evidencia de que aún en el régimen más opresivo el amor irrumpe como el acto más antisocial y transgresor. Soledad y yo compartimos una cierta admiración por esa novela y, en algún sentido, nos sentimos moradores de esa habitación. Sin embargo, nos resta por descubrir si el amor, tan autosuficiente e indócil, que siente cada quien por su respectiva pareja, le permitirán a esta frágil barca iniciar su incierto recorrido; si el amor que no necesita de las letras para sobrevivir, le permitirá a una boca que vive de ellas seguir alimentándose. 
Cada vez que me dolías te sacaba en una letra, ¡que se joda la poesía si es a costa del poeta!

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...