Es una extraña sensación. Un fantasma me persigue. Es una silueta que me sigue a donde quiera que vaya. Huele a ti, sabe a ti, y curiosamente lleva tu nombre. Pero así como llega, desaparece como el humo. Es una punzada en el corazón; un escalofrío que recorre mi piel cada que algún recuerdo pasa a mi lado o si visito algún lugar que visité contigo. Entonces me doy cuenta de la fuerza y la profundidad con que me faltas. Es un abismo el que se crea si la imagen de aquella habitación llega a mi mente o si alguna música conocida llega entre el aroma del mar y los mojitos. Ayer me sorprendí prometiéndole al mar que no volvería a verlo sin ti. Es tan frío el mar últimamente. Es el sol de diciembre el que me calienta en pleno julio. Todavía busco entre mis ropas y mi almohada la estela de tu perfume. ¿Dónde estás? ¿En qué estarás pensando? A veces, mirando las olas, espero que llegues por la espalda y me abraces. Pero a mi lado sólo está aquel fantasma. Y de pronto apareces, como en un sueño. Me miras, me besas y nos perdemos. Y estamos tú, yo y el mar. Un sólo líquido mezclándose y jugando con el vaivén de las olas. Tú, yo, y el mar... ya no existimos.
Vivimos en un mundo relativo. Nada en este mundo es verdad. Todo depende. Aún la más verdadera verdad oculta la siempre ingrata posibilidad de ser mentira. Por ello este sitio se declara mentiroso. Porque las mentiras también son relativas; y entonces, aún la más mentirosa de ellas encierra entre sus letras la sublime posibilidad de ser verdad.
domingo, 29 de julio de 2007
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Diplomacia
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Vuelvo cada vez a ese suspiro, anhelo bañado del opaco brillo de tus ojos en retiro.
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