miércoles, 6 de junio de 2007

Sin sentido

El otro día estaba viendo en la televisión el fragmento de una película cuyo nombre no pude captar. Varios escritores, sentados a la mesa con copas de vino, discutían sobre qué género era mejor: la comedia o la tragedia. En realidad hablaban sobre películas, comedias románticas y dramas. Al final no llegaban a ninguna conclusión y me parece que es lo mismo que pasa en la vida. Lo pensaba porque me acordé de una plática que tuve con mis amigas. "¿Thanatos o Eros?" era el tema. Hacían alusión al impulso de muerte y al impulso de vida, y la cuestión era decir si tal o cual persona eran más Thanatos o Eros. Me pareció que no llegábamos a ningún punto, al igual que los personajes de la película. No resolvíamos nada porque en el fondo, me parece que Comedia y Tragedia, Thanatos y Eros, son sólo la máscara de algo mucho más profundo. Son la apariencia con la que el ser humano afronta la vida. Una apariencia con la que muchos se quedan y por la que luego prejuiciamos y etiquetamos. "Él se ve feliz", "Ella se ve que sufre", "Toma todo con buena filosofía", etc. En el fondo, es válido preguntarnos, ¿quién en verdad es feliz? Al llegar a nuestra habitación, al quitarnos la ropa y vernos frente al espejo, en nuestra soledad, al quitarnos las máscaras, ¿quién puede decir sin que haya rastro de dudas, que es realmente feliz? Podemos comprobarlo, la persona que creíamos feliz la vemos destrozada en poco tiempo, la persona que creíamos depresiva encuentra el amor y se convierte en la persona más feliz. Todo al final parece una obra de teatro en la que no entendemos el mensaje. Todos, como actores y público, estamos en la misma confusión.

Hace unas horas, mientras iba en el colectivo (nuevamente mi lugar de reflexión) me preguntaba: ¿Qué pasa que estamos tan confundidos? ¿Qué pasa con tanta gente sola? ¿Qué pasa con tanta apariencia? ¿Qué pasa con seis mil millones de personas que no pueden alcanzarse unas a otras? También creo que fui movido por algo que leí ayer (gracias Belu), sobre esa dificultad que tenemos como seres humanos para, aún en una relación de pareja, entender y tocar verdaderamente a otra persona. "¿Qué pasa?" me dije. Pero la señora que venía al lado de mí, leyendo sobre los hombres de marte y las mujeres de venus, no parecía tener cara de respuesta. Pienso entonces que hemos entrado en un mundo tan comercial, con modos de relacionarse que se consumen y desechan tan fácilmente, que le hemos ido quitando el valor a las cosas. Hemos convertido las palabras en palabras sin sentido, sin significado. No sólo las palabras. Hemos eliminado la significación de muchos de nuestros actos. Dos ejemplos:
  1. Mi amiga Marisol conoce a un tipo, se ven pocas veces y un día mientras se despiden él le dice "Te quiero mucho" y se despide, como de costumbre, dándole un beso en la mejilla. No nos extraña. Lo vemos en cualquier película, en cualquier fiesta a la que vamos, lo hacemos nosotros mismos, lo decimos en los mails, en las conversaciones de MSN. Pero, ¿la quiere en verdad? ¿Es una palabra que tiene alguna resonancia profunda? No. Hemos usado tanto ese tipo de frases que hemos agotado su significación. Lo mismo con el beso en la mejilla. Se han convertido en formalidades, en cosas que todo el mundo sabe y hace. El placer que en algún momento podía venir de una expresión así se ve reducido a la semilla incierta de una duda.
  2. Efecto de una barrera cultural: Me despido de una persona con la que estaba interesado en platicar y me dice "Hablamos luego". Sonriente me retiro del lugar y espero a lo largo de la semana encontrarme con alguna señal, pero nada. La vuelvo a ver y pienso que tal vez tenga algo que decirme pero no ocurre nada. Doy por muerto el asunto, pero no deja de extrañarme. Recientemente me entero que es una expresión común aquí que no significa nada. Es igual a un "nos vemos luego" o "cuídate". Comprueba, por un lado, que las palabras no tienen significados fijos, y por otro lado, que el uso contínuo de estas formas de relacionarnos va restándole significación a lo que hacemos.
Podría poner muchos más ejemplos. Hace unos meses escribí un cuento sobre un vendedor de palabras. Por ahí hablaba de los besos, y como ellos también van perdiendo su valor, y poco a poco, agotamos, consumimos, y ese sentido que se va perdiendo parece tocar todos los ámbitos de la vida humana. Por eso decía unas líneas más arriba ¿qué más da si encaramos la vida con una sonrisa o una lágrima? Eso es sólo una máscara. El verdadero reto para el ser humano está en recobrar el valor de las cosas. En crear cosas que signifiquen, que le den sentido a lo que hacemos. Porque, ¿de qué sirve tener una sonrisa que sólo servirá en el escenario? Sería más valioso entonces, encontrar cosas que nos hagan sonreír desde adentro. Tragedia y comedia, Eros y Thanatos, dejan de importar. ¿No parece? Y ¿cómo hacemos para encontrar esas perlas, esas joyas escondidas en la vida cotidiana? Parece difícil, pero creo que consiste en cambiar la forma en que vemos las cosas. En optar por una actitud más responsable ante todo lo que decimos y hacemos. Para que cuando digamos "te quiero" sea en verdad "te quiero" y no simples palabras. En aprender a ver la belleza, pero no esa que ofertan los medios que es repetida, repetible y consumible. Aprender a vivir y gozar de esos momentos que resuenan en nuestra alma y que dejan huellas indelebles. Pero nadie nace sabiendo gozar. Es algo que se aprende y ese aprender tiene que ver más con la introspección que con un proceso de adaptación. Ojo, porque me parece que es más probable que encontremos las respuestas a nuestros vacíos en nosotros mismos que en todas esas respuestas que ofrece el medio en el que vivimos. Y todo se reduce a una batalla entre sumar o restar sentido. Podemos situarnos en el puesto cómodo donde hacemos lo que los demás hacen y restarle cada vez más sentido a lo que hacemos, o podemos optar por seguir nuestros sueños personales, por muy disparatados que parezcan, y tratar de sumar y darle un sentido a nuestra vida. Al final, es como dice la Agrado, "uno es más auténtico en tanto uno se parece más a lo que siempre ha querido ser".

4 comentarios:

Soledad dijo...

No parece que estemos resignados a la vida, cuando morimos cada segundo. En cuanto a las palabras, creo que su valor depende del momento preciso o la verdad implícita, si no se vuelven sólo sonidos. Como simpre me haz dicho sobre el valor de la música, también las palabras requieren de la combinación exacta de sonidos y silencios.

Anónimo dijo...

pepongo bien sabes que me gusta muchisimo tu manera melancolica de escribir, en ella encuentro una sensacion de "solidarios cuestionamientos" que me hacen saber que no estoy sola en este mundo tan trágico y tan cómico a la vez.
te quiero karnalito

Érika B Carrillo dijo...

Hace unas semanas reflexionaba sobre el mismo tema pero en otro contexto. Coincidir con los penamientos de otros es reconfortante, Danieloni.
Nos ayuda a sentirnos menos solos. Y también a que nuestra vida tenga más sentido.

Muchos cariños (como dicen por allá).

Anónimo dijo...

Dániel (fucking costumbre de americanizar nombres!):

Hay algo que creo cierto, el significado de las palabras, se pierde con el tiempo, las fronteras, las personas...Pero también se pierden con lo que uno quiere interpretar. El deseo hace que uno se quede con lo que realmente quería escuchar. Yo prefiero buscar el verdadero significado de las personas, en hechos, actitudes, que salen sin pensar...

Confieso que adoro el lunfardo que me han enseñado (totalmente negativo. Léase: pinche cabrón, me lleva la chingada, etc) pero lo que realmente me queda de cada uno de ustedes es la buena onda, las risas, las comidas compartidas, las historias de vida...
"Hablamos luego" puede no significar demasiado, pero despedirlos con ganas de volver a verlos lo dice todo!

A su salud! Brindemos con tequila y tinto que a las palabras se las lleva el viento, pero la choripaneada y el asadete mexicano nos acompañarán siempre! (Amén!!!!)

Carla (la porteña que algún día sabrá decir "mamón" en el momento indicado)

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...