miércoles, 25 de agosto de 2010

Casualidad

Esta noche no te necesito; no entras en mis planes. El vago velo de ilusión con el que te vistes no es más que un disfraz que oculta tu siniestro rostro. No, hoy no me haces falta. ¡No te quiero en mi vida! Lo digo como un conjuro para alejarte, tal como se alejan los malos espíritus, los embrujos, las pesadillas. Sé que no puedo controlarte porque te manejas como un virus que escapa a mis esfuerzos por mantenerte lejana. Sin embargo sé, con la misma desgarradora certeza, que tu presencia no es enteramente ajena a mí. A pesar de estar afuera, y de formar parte del mundo, algo me dice que la materia que te compone comparte su perverso argumento con lo más íntimo e innombrable de mi ser. A mí no me engañas. Tu presencia aquí no es azarosa. Esto formaba parte del guión aunque yo no supiera leerlo. Eres la crítica más atroz a mis esfuerzos por construir un mundo feliz, un mundo sin sobresaltos. Formas parte de esa urdimbre inefable que da fuerza a mi vida y que, de vez en cuando, exige su tributo de muerte, de sufrimiento. Así que aquí muere nuevamente lo que había creído ser; lo que me había esforzado en ser. No vale la pena huir cuando se huye de uno mismo. No vale la pena elaborar teorías sobre lo improbable que era reencontrarte. Quizás sólo mirándote a los ojos sin desviar la mirada por la seducción que encarnas ni la terrible muerte que disfrazas pueda yo aprender a convivir contigo. Ahora no sé si en verdad eres una pesadilla, o si sólo eres la dosis necesaria de pesadilla que permite que el resto sea vivido como un sueño.

1 comentario:

marly dijo...

como huir de uno mismo saviendo que no nos odiamos del todo por q si realmente no odiaramos sabriamos como correr y alejarnos de todo esto

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