lunes, 30 de junio de 2008

Para ti

Hay letras que viven encapsuladas en un tiempo y luego se pasean hasta que finalmente vuelven al presente y se imponen. No recordaba haber escrito esto hasta que una amiga me lo recordó. Tuve que revisarlo un poco y lo actualicé.

Para ti la tinta y versos
que debí haber escrito
dos instantes infinitos
el más puro de mis besos
para ti todos mis miedos
mi facción más vulnerable
el galope incontrolable
de mi piel bajo tus dedos
para ti cientos de luces
una colección de estrellas
miradas que dejan huellas
tristezas de tonos dulces
para ti el mayor deseo
el Parnaso de las musas
el canto de la Medusa
seduciendo a Perseo
para ti mil experiencias
cada paso de mis días
mi cordura y mi manía
el total de mi existencia
para ti el tiempo pasado
lo perdido y lo pendiente
esta boca que no miente
estos labios que han amado
para ti paz y tormenta
los insomnios más febriles
calendarios sin abriles
noches de calma violenta
para ti buenas noticias
tres dolores de juguete
un amor que te promete
menos llanto que caricias

- Dany Marlowe -

viernes, 13 de junio de 2008

El condor


Hablando de historias inconclusas. Hace medio año nos encontramos, un amigo y yo, con la descripción de un pueblo que nos pareció maravilloso. Iruya, donde se escucha volar al condor. Según leímos en este lugar no sólo se le podía ver, al condor, sino también escuchar. Nos pareció que debíamos ir. Así que, cámara en mano, nos dirigimos con la firme intención de fotografiarlo. En el camino escuchamos leyendas acerca de él. Según algunos, dado que son monógamos, al perder a su pareja recurren al suicidio. Para otros, como los Incas, se trata de un animal inmortal. En el momento en que se precipitan desde la punta más alta para morir no lo hacen verdaderamente, pues sólo vuelven al nido del que nacieron, a la montaña. Como sea, al llegar a Iruya el condor se mantuvo ausente. Lo único que pudimos ver, desde la ribera de un río, fue la diminuta silueta de un ave. En la cámara de mi amigo, con mucho mejor zoom que la mía, apenas apareció un pixel. Hace tres días, sin intención alguna volví a la montaña, pero esta vez al sur. Para mi sorpresa, ahí estaba, ante mí y mi cámara. Como diciéndome, "mírame, no me olvides". El ave mística de los Incas, el condor que portaba al sol y lo hacía nacer cada mañana. Estuvo a no más de tres metros de mí. Fue un encuentro asombroso, una coincidencia poco menos que increíble. Lo había visto volando varias veces pero esta vez estuvo sobre mi cabeza, casi flotando, dejándose llevar por el aire. Me dejó sin palabras, con una sonrisa y una foto que delata mi nerviosismo.

Despedida