viernes, 26 de noviembre de 2010

La importancia de ese abrazo no dado

Por mucho tiempo me resultó enigmático. Dos años esperando el más mínimo gesto que delatara su interés. Un interés solamente imaginado, supuesto, deseado. Un interés nunca comprobado por la experiencia. Pero ella volvía o, ¿era yo el que volvía? Quizás esa vuelta era precisamente el retorno ilusionado de descifrar, entre aquella fría impostura, un gesto delator. Pero si mi interés se había mantenido, aún a expensas de esa seca distancia, ¿por qué esperaba yo ese abrazo?, ¿por qué mantuve siempre esa crédula esperanza en que, inexplicablemente y en el último momento, ella revelaría lo que no reveló en tanto tiempo? Esa esperanza no era otra cosa que mi enfermedad buscando un diálogo que le permitiera afirmar, en el último momento, que nada había servido; que ella era una más en la serie. Y sin embargo, ella nunca me abrazó ni demostró el más mínimo interés. Al hacerlo me mostró una forma de amar que yo nunca había entendido. Ella le dio cuerpo a la pregunta, a la sana duda que me acompaña y que guía mi deseo, mis letras, mis pasiones. De haberme dado el abrazo habría sellado la fuga; habría sanado la herida que debe sangrar para que yo me sienta vivo. Al no abrazarme me demostró que me amaba... que me amaba más de lo que yo podía desear o entender.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Diapasón


La idea correcta apareció por asociaciones. Sería injusto decir que se me ocurrió así porque sí. Ocurrió después de terminar un peculiar libro de Mishima: Música. Y digo peculiar porque me dejó claro que la influencia de occidente en Mishima es más que evidente en ese libro —aunque no se le critica como a Murakami—. También digo peculiar porque hace una hermosa metáfora en la que enlaza el placer sexual femenino con la música. Me pareció una metáfora atinada. ¡Genial! Poco tiempo después la máquina-que-se-encarga-de-pensar-mientras-yo-vivo me regaló la palabra correcta que resume a la perfección lo que he querido decir en los últimos meses. Esa palabra es: diapasón. A veces me enamoro de ciertas palabras y esta tuvo el poder de enamorarme a primera vista.
Últimamente hablo mucho del silencio. Tal vez porque creo que la más grande prueba de amor no está en las palabras sino en el silencio que se construye con ellas. Suena paradójico; pero creo que el silencio se construye. No es el mismo silencio el que se crea en un lugar desierto al que se construye entre dos personas que voluntariamente deciden quedarse calladas. Ese silencio es el de dos corazones vibrando a un mismo tiempo. El diapasón hace lo mismo. Vibra en silencio hasta que no se le acerca al oído o a una caja de resonancia. Creo que cuando acercamos ese amor silencioso hacia la caja de resonancia es cuando estalla la poesía, el arte, la locura. Y la música de Mishima no está tampoco tan lejos, esa vibración es también goce sexual; el estremecimiento de dos cuerpos recorridos por el deseo.

Diapasón.

Otra de sus bondades es que rima con corazón.

lunes, 8 de noviembre de 2010

...silencio

Del amor lo que se cuente
será por siempre incompleto,
apenas simple boceto
de ese arrebato silente.
Arte mudo que hace puente
entre latido y latido;
libreto desconocido:
dos vibrando en sincronía
siempre en total afonía,
hoy silencio compartido.

- Dany Marlowe -

domingo, 7 de noviembre de 2010

Noviembre

Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente se construye a sí misma la misma casa del ser. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser.

Mi casa, para dolor o alegría, siempre ha sido noviembre.

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...