lunes, 24 de agosto de 2009

El enigma de Murakami

Hoy leía cierto blog de inspiración molusca y me dio por recordar un antiguo debate que he mantenido con Soledad: el enigma de Murakami. Iniciamos, como casi todos los que se acercan al autor, embelesados por el particular modo de armar historias ubicadas en un punto medio entre la vigilia y el sueño, tal vez incluso entre la razón y la locura. Sputnik mi amor fue, durante un tiempo, un estandarte, un lugar común para nuestra amistad. Sin embargo, en opinión de Soledad, después de repasar Tokio blues y Al sur de la frontera, al oeste del sol los temas comenzaban a repetirse. Un chico solitario encuentra amores del pasado que nunca tienen éxito. Cierta amiga japonesa le comentó que en Japón no se le quiere, que es un Paulo Coelho cualquiera. Me sorprendió escuchar esto pero no tardé en comprobar que en verdad existen opiniones encontradas sobre su obra. En Japón se le critica porque no se ha mantenido fiel a la tradición japonesa y porque no le gusta —esto no lo sabía pero me sorprende— Yukio Mishima. Sin embargo, aún en Japón se le entregó el premio Yomiuri, otorgado por Kenzaburo Oe (premio Nobel en 1994 y uno de sus principales críticos). El mundo occidental, por su parte, le ha otorgado el premio Franz Kafka (premio ganado, en sus ediciones anteriores, por dos premios Nobel: Harold Pinter y Elfriede Jelinek) por su novela Kafka en la orilla. Se ha provocado —lo que se podría llamar— el Murakami-boom. Por mi parte, me he leído lo que hay disponible de su bibliografía en español. ¿Qué puedo decir? ... Aún nada. He leído a Kenzaburo Oe, a Kawabata, a Sei Shonagon y tengo en la lista de pendientes a Mishima y Murasaki. Después de hacer un recuento, sólo me resta pensar que hay algo intraducible en el paso de oriente a occidente, algo que no pasa a través de las palabras. ¿Será como opina Soledad, el Paulo Coelho de Japón? En mi opinión, como ocurre frecuentemente, el enigma sólo puede ser resuelto si abandonamos el campo. ¿Hacia donde debemos partir? ¡Hacia el cine! ¿Acaso no le pasaba lo mismo a Akira Kurosawa? Su cine nunca fue bien recibido en Japón porque el tono de sus historias era más cercano a los Westerns que al de la cinematografía japonesa. Sin embargo, para el mundo occidental sus películas representaron un parteaguas. Starwars se basó en La fortaleza escondida de Kurosawa. George Lucas y Francis Ford Coppola siempre manifestaron su admiración por el arte de Kurosawa, llegando incluso a producir una de sus películas. Cannes le otorgó la Palma dorada por Kagemusha. Creo que con Murakami nos encontramos ante un caso similar. ¿Qué se podía esperar de un traductor de Capote, Chandler y Fitzgerald? Murakami adapta al mundo occidental al japonés del mismo modo en que Kurosawa hacía con sus películas. No podemos culpar a los japoneses por no verse representados pero —al menos esa es mi postura— no le quita mérito a su arte. Además, ¿no es la responsabilidad de todo trabajo artístico atentar contra la tradición?

martes, 4 de agosto de 2009

Aquella mañana

Puedo hacerme una imagen mental. 199 escritores suspiraron frente al puesto de revistas. Otra derrota.


y bueno...


la vida sigue.

domingo, 2 de agosto de 2009

El subte C y la despedida

La línea C del subte (metro pa' los paisanos) realiza su recorrido entre Retiro y Constitución. Si uno planea salir de Buenos Aires por tierra y no posee un automóvil, la estación Retiro es la opción indicada. Tanto los trenes como los autobuses parten de dicho lugar. Pocas veces la utilizo porque sólo hay un destino que visito en ese recorrido: la estación San Juan. Lo particular de dicha línea, sobretodo un sábado por la mañana y gracias al menor flujo de usuarios, es que uno puede identificar a los viajeros que se dirigen a Retiro. No sólo las grandes maletas los delatan, uno puede darse cuenta por su mirada. Una extraña mezcla de sorpresa, asombro y terror se apodera de los usuarios que acaban de llegar a la ciudad o que —como suele ser común— no estuvieron aquí el tiempo necesario como para dejarse absorber. Pero, ¿absorber por qué? ¿Por qué ya no tengo esa mirada? Si algo es cierto es que la ciudad no me ha adoptado. Que yo esté o no, a ella no le importa. Tal vez se trate de otra cosa y el que realmente ha adoptado a la ciudad soy yo. Ella se ha instalado en mi interior dejando una marca que supongo es indeleble. Sin embargo, no puedo identificar en qué viaje dejó de parecerme extraña. ¿En qué café, en qué librería, en qué acera dejó de serme ajena?

A unos metros de la estación San Juan, cruzando la Avenida 9 de julio (la que yo creía —antes de visitar Wikipedia— la avenida más ancha del mundo) se encuentra el edificio donde viven varios de mis amigos. Este sábado por la mañana acudí al desayuno-despedida de una de mis amigas que vuelve a México. Lo extraño es que, después de pasar el día entero en compañía del grupo de amigos que se ha formado aquí, me di cuenta de que también he adoptado a esta nueva familia como lo hice con Buenos Aires. Tal vez, incluso, se trate de una y la misma cosa. Al final, después de múltiples e interminables despedidas, no conseguí sentirme desdichado. ¿Por qué? Bien puede ser porque yo mismo he de volver a México y la distancia que ahora me separa de ella se reducirá considerablemente. Pero no creo que se trate de eso. Mientras mis amigos le dirigían las más conmovedoras palabras me di cuenta de algo. La dificultad de transmitirle la falta que nos va a hacer era síntoma de que aquello que nos une no pasa por una razón lógica o siquiera formulable en palabras. Si se tratara, por ejemplo, de interés... eso podría decirse: "me harás falta porque me interesaba tu comida... o tus libros...". Pero ¿qué nos hará falta de ella? No lo sé. No sé si pueda enunciarse. Lo cierto es que la marca que nos deja y que hemos dejado en este grupo se me antoja, también, indeleble. También con ellos me cuesta ubicar en qué momento nos volvimos amigos. ¿Fue cuando llamaron para invitarnos a un asado? ¿Cuando tomamos el primer café en la facultad? Todavía tendrá que venir el tiempo a poner a prueba estas relaciones pero, al menos en lo que a mi respecta, creo firmemente que el día que volvamos a vernos, será siempre el día después de ayer.

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...