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Mostrando las entradas de mayo, 2008

El triunfo de las palabras

La noche que conocí al Gabo La memoria padece de hemofilia. Sus heridas no cicatrizan como cicatrizan las heridas de la piel. Una vez que uno abre un capítulo, una vez que algo queda inconcluso, eso no cierra, eso no termina. El tiempo avanza con su incontenible paso, pero eso resta. Así es como vivimos, con historias inconclusas, y estamos condenados a sanar por nuestros propios medios o a desangrarnos en la inmensidad del mar del tiempo. Mi botiquín no tiene más que letras. Llevaba tiempo pensándolo. Era un reproche constante. ¿Qué debí haber hecho en esa situación? Mucho tiempo me arrepentí de no haberle pedido un autógrafo. Ahí estaba, a no más de cinco pasos. Gabriel García Márquez, con un saco a cuadros y su mirada de asombro. Se encontraba solo, como un niño perdido. El lobby de un hotel, él frente a mí y nadie más. Fue un largo instante de esos que se dilatan en la memoria. Dos segundos que parecieron horas. ¿Y después qué? La gente, el ruido, los cumplidos, las preguntas.

Primera teoría sobre la premonición

A ver si nos entendemos. He descubierto el tiempo en el que será narrado mi próximo intento literario. ¿Cómo se llaman? ¿Cuentos largos o novelas cortas? Como sea. Espero que no se entienda mucho cuando finalmente la termine. Me he pasado los últimos años tratando de decir algo cuando en verdad, algo se ha dicho sin que yo lo quisiera. Esta vez voy a dejar hablar a ese algo sin que yo le ponga constantemente el pie, es decir, la tinta. No sé si a todos les pase. A mí me asombran algunas cosas que para otros pasan desapercibidas. El otro día me levanto y me digo a mí mismo: "¡Qué raro! Debería haber sonado mi despertador, deben ser las 10:00 am". Acto seguido, miro mi despertador. 9:59:59 ... 10:00. Para el observador escéptico cabe la siguiente explicación: "todos llevamos un reloj interno" o "el sujeto se levanta siempre a esa hora". Pero el caso es que no me levanto siempre a esa hora y realmente me sorprendió. Era como estar recordando algo. Tuve la

El hilo

   —¡Corta el hilo! ¡Haz lo que te digo! ¡Si decidiste venir aquí tienes que cortar el hilo! Tenía una vida normal. No era nada espectacular. Me había casado con una chica llamada Ximena a los dieciocho años debido a que ella se encontraba embarazada. Una noche de alcohol olvidamos cuidarnos y el resultado fue una boda pequeña en las afueras de la ciudad. No nos molestó demasiado. Nos queríamos mutuamente y pensábamos, en algún momento, formalizar nuestra relación. Lo que no esperábamos fue lo que pasó a continuación. Dos semanas después de nuestro matrimonio ella tuvo un aborto. Sin explicación alguna, ella se sintió mal, acudimos al hospital y, de pronto, la vida de ella estaba pendiendo de un hilo. Tuve que elegir. Creo que ella nunca supo perdonarme que la eligiera a ella.  Mi vida profesional tampoco era un circo de tres pistas. Cuando Ximena se embarazó tuve que dejar la universidad. Encontré trabajo en un teatro de la ciudad. No era actor, ni director, ni nada importante. Era