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Mostrando las entradas de julio, 2007

El mar y tú

Es una extraña sensación. Un fantasma me persigue. Es una silueta que me sigue a donde quiera que vaya. Huele a ti, sabe a ti, y curiosamente lleva tu nombre. Pero así como llega, desaparece como el humo. Es una punzada en el corazón; un escalofrío que recorre mi piel cada que algún recuerdo pasa a mi lado o si visito algún lugar que visité contigo. Entonces me doy cuenta de la fuerza y la profundidad con que me faltas. Es un abismo el que se crea si la imagen de aquella habitación llega a mi mente o si alguna música conocida llega entre el aroma del mar y los mojitos. Ayer me sorprendí prometiéndole al mar que no volvería a verlo sin ti. Es tan frío el mar últimamente. Es el sol de diciembre el que me calienta en pleno julio. Todavía busco entre mis ropas y mi almohada la estela de tu perfume. ¿Dónde estás? ¿En qué estarás pensando? A veces, mirando las olas, espero que llegues por la espalda y me abraces. Pero a mi lado sólo está aquel fantasma. Y de pronto apareces, como en un sueño

Metablog # 3: Aquel caracol

No me mandes cadenas . Fue lo primero que le dije cuando recibí en mi cuenta de correo una cadena que ponía por remitente, su nombre. La había visto por el pasillo (porque sólo había uno) de nuestra preparatoria, pero nunca nos dirigimos nada más que algún saludo debido al intermediario entre nosotros que, en este caso, era mi hermana. Hoy, a siete años de aquel evento y, después de innumerables correos en los que nos hemos destrozado, remendado y alabado mutuamente, ella pone en su blog otra cadena, a la cual me niego, como en aquella ocasión (y esta vez por nostalgia), a responder. La dirección es: http://aquel-caracol.blogspot.com/ Y da la casualidad, que a pesar de ser el primero, no es el único caracol en mi vida. Eso me llevó a preguntarme ¿qué con los caracoles? Y es que me parece que en el caracol se conjugan los dos viajes que debemos realizar como seres humanos. El espiral que sigue el caracol guía, en una dirección, hacia el infinito, y en la otra, hacia lo más profundo de

La noche que nevó en Bs As

Siempre que haya un uno en el numerador existe una oportunidad . Y es que a mí nunca me convenció el estudio de la probabilidad. Con ella se pueden interpretar muchas cosas, se pueden inferir algunas más y adivinar otras tantas. Pero nada es totalmente seguro. El uno del numerador da lugar a la excepción. Y aunque ella puede tardar toda una vida, en un momento llega y no queda más que afrontar su abrumadora presencia. La Belu y yo decidimos abrir un bar. Cuando lo inauguremos llevará el nombre de Amores imposibles . La idea era tener un bar que estuviera siempre abierto. Así, cada que uno de nosotros tuviera una decepción amorosa sólo bastaría con una llamada y un: "caí de nuevo... nos vemos allá". Porque pasa que, como dice Lichis, la falta de amor llena los bares, y a nosotros nos hace falta ese bar. Porque creemos que muchas de nuestras historias han terminado mal. Porque ese uno en el numerador que es el amor baila sobre infinitas posibilidades de fracaso. Pero esta noc