lunes, 28 de mayo de 2007

Metablog # 1

Supongo que sonará a noticia de telediario decir que últimamente han aparecido muchos blogs por la red y que ello se debe, tal vez, a que esta nueva forma de expresión permite exponer aspectos más íntimos de las personas y que esa intimidad vitual, aunada a la protección característica de este medio, permite que las personas entren en confianza. Supongo, también, que será mejor evitar esas definiciones convencionales y decir que no sé si en el mundo hayan aparecido muchos, pero sí lo han hecho en mi vida. Partiendo de este supuesto, venía yo pensando en el colectivo, que sería buena idea introducir algunos de ellos en mi propio blog. Así, a la vez que hablo de las cosas que me gustan de ellos, hago publicidad gratis (lo cual es algo que a todo el que tiene blogs, le gusta). Dado que los blogs hablan de la vida de las personas, hablar en un blog sobre otro blog debía, según mis retorcidas cavilaciones, llamarse "metablog".

Antes de introducir el primer blog, me permitiré una última reflexión. Y es que me parece chistoso que en los blogs hablamos de tantas cosas diferentes (libros, películas, ideas, sueños, imágenes) y de alguna manera, es como si nos viéramos reflejados en todas esas cosas de las que hablamos. Es como decía una maestra de la licenciatura: "hablamos de otros para hablar de nosotros mismos". Ello me lleva a pensar que al hablar de los blogs de mis amigos estaré hablando de mí también y que eso me da una doble respondabilidad: la de tratar de ser objetivo y la de respetar las opiniones de los demás. Bueno, en realidad no sé si sean sólo dos. Igual son varias más. Pero quería que eso se tuviera en cuenta, que lo hago con el mayor respeto y cariño posible. El otro día leía el blog de un tipo que se mofaba de la falta de cultura de ciertos personajes y el tipo lo hacía con unos horrores de puntuación y ortografía que lo único que pude decir después de una apacionante lectura fue: "no queda duda que al decir las cosas siempre terminamos diciendo más de lo que pretendíamos decir".

El primer blog que quiero introducir es el de mi compatriota, compinche y co-granuja, el buen Robe. La dirección es: http://www.visualtravelling.com/ Lo primero de lo que se darán cuenta al entrar, es que no se trata de un blog escrito, se trata de un photoblog. Últimamente ha ido subiendo muchas imágenes, las cuales son, dicho sea de paso, horneadas al momento. Roberto sale de su casa en sus tiempos libres a realizar una de las actividades que la gente ha ido olvidando. Estamos tan acostumbrados a las imágenes que nos ofrece el televisor o la computadora, que no nos preocupamos por salir a ver el mundo. Y ese verbo, ver, es harto más complicado de lo que parece. Encontrar la belleza es la primera dificultad con la que se enfrenta todo aquel que se dedica a una labor artística. Capturarla es sólo otro de los obstáculos. Hay muchas variantes en juego dentro de un pequeño rectángulo lleno de colores, luces y sombras. Pero Roberto cumple. Nos regala imágenes que arrancan, cuando menos, una sonrisa involuntaria. El ser humano al confrontarse con la belleza tiene reacciones insospechadas. Al final no sé si se le puede llamar arte a lo que hace. Para eso hacen falta los expertos que sancionen su trabajo como artístico o no artístico. Lo cual también resulta otro tema a discutir, pero en lo que respecta al blog, logra transmitir, y eso, a mi parecer, es lo más importante de todo intento de comunicación. Cuando la obra de alguien más nos hace sentir esas reacciones involuntarias y toca fibras profundas de nuestra personalidad, eso reduce de alguna forma el infranqueable abismo que nos separa como seres humanos en nuestra soledad. En ese sentido, visualtravelling me parece un blog muy logrado. Habrá, como en todo trabajo, imágenes más bellas que otras, pero eso es algo natural. En lo particular me gusta mucho la foto de una lanchita que está en blanco y negro. No sé, me deja una sensación que me recuerda mucho a México. Me hace pensar en todas las historias que podría contar esa lancha si pudiera hablar. Tal vez se trate de una lancha mentirosa y mal hablada cansada de vivir en una presa. Tal vez no, pero lo importante es que la imagen ha puesto preguntas en mi cabeza, como seguramente otras imágenes pondrán emociones y preguntas en otras personas. Finalmente, quisiera contar una anécdota. Y es que no sé desde cuando le haya surgido el interés por la fotografía, pero en un viaje que hicimos por Europa sacábamos de vez en cuando fotos que llamábamos "artísticas". El fin era, según nosotros, conseguir la foto Pulitzer del viaje. Así se nos hizo costumbre tomar fotos de cosas raras. Recuerdo que le gustaba tomar fotos de gatos y perros tirados en la acera. Por ahí las ha de tener. Decía "a nadie se le ocurriría tomarle fotos a algo así". Supongo que esa cualidad, ese interés por buscar belleza en los lugares que la gente olvida, lo ha llevado a conseguir las bellas imágenes que ofrece en su blog. ¡Visítenlo!

Próximamente: Metablog # 2

sábado, 26 de mayo de 2007

Que YA no te daré yo

Búscate un amor de cuento
de los que oferta el mercado
entre rituales gastados
y el pasillo de descuento
que no comparta contigo
más que la cama y el nombre
que las pieles que te compre
sean tu único abrigo
búscate un amor cualquiera
que salga bien en las fotos
que compre autos y motos
que no piense pero quiera
búscate bien un amor
que no vea más allá
que te asegure un altar
que ya no te daré yo
búscate un amor jodido
de los que siguen las normas
que sólo vea las formas
pero no los contenidos
aritmético y mundano
que se apegue a lo concreto
que no sepa tus secretos
y se mantenga lejano
búscate un amor sencillo
que no cumpla sus promesas
ni le importe la pobreza
cuando se llene el bolsillo
búscate bien un amor
que nunca te pueda ver
como la hermosa mujer
que ya no buscaré yo

- Dany Marlowe -

martes, 22 de mayo de 2007

Líneas

Dicen que lo bueno, si hay algo, de los malos momentos, es que al final se pueden contar en pocas líneas. Así, podemos decir "pasé diez años en una relación tormentosa" o "me dolió el estómago toda la noche". Lo malo se comprime. No toma, como se puede ver, más de diez palabras relatarlo. Y, por el contrario, lo bueno parece expanderse en el libro de nuestros días. Apenas hace unos días tuve oportunidad de comprobarlo. Luego me da por pensar que la felicidad ocurre en momentos esporádicos justamente cuando no la esperábamos. Es tan caprichosa que igual se esconde en la sonrisa de alguien que en el error propio. Qué se yo. (<--- Frase expropiada a los Argentinos). Hace unos días me reencontré con alguien que me regaló uno de esos momentos en los que es imposible reprimir una sonrisa. A ella le dedico y le he dedicado las últimas páginas de mi vida. Lo cual me sorprende porque siempre surgen nuevas maneras de contar y recordar. Igual es algo inútil, pura fantasía. Pero ese pequeño instante de magia, ese segundo de luz, se quedará grabado en mi reloj. Lo importante, al final, como ya dije hace unos días, es seguir jugando. Y añado: seguir soñando. Esa debe ser la "única forma de vivir".

martes, 15 de mayo de 2007

Retrato actual

Hoy que queda lejos
la incertidumbre
los malos momentos, los reclamos
ahora que corrimos el velo
y no queda más
que el aura helada
de la verdad
hoy que entiendo
que no necesitabas amarme
pues
¿cómo ibas a amar
lo que nunca habías perdido
lo que siempre fue tuyo?
hoy que las películas terminan
sin interrupciones
que no me besan
bajo el sol
ahora que no tengo nada
que te di lo que tuve
y no querías tener
hoy que el amor
es un recuerdo lejano
que no le hago falta a nadie
ahora que sueño
todas las noches contigo
pero despierto sin ti

- Dany Marlowe -

sábado, 12 de mayo de 2007

El sueño de Fluvio

Un cuento infantil

Esta es la historia de una gotita que se llamaba Fluvio. Nadie sabe muy bien en qué momento ni en qué lugar se crean las gotas, pero Fluvio, que era muy inteligente, sabía que él había salido de un grifo. No era un grifo importante. No se encontraba en una fuente o en una piscina —las gotas saben, desde pequeñas, que aquellas que nacen en uno de tales lugares suelen ser famosas y admiradas por todo el mundo—. Pero a Fluvio eso no le importaba. Él había nacido del grifo de un lavabo. Solía recorrerlo todos los días por los bordes, y de vez en cuando bajaba a toda velocidad por las laderas hasta casi tocar el desagüe. Sus demás compañeras lo veían y se burlaban de él porque era un poco torpe para resbalarse. Muchas veces terminaba atorado en una grieta o casi era absorbido por el desagüe. Sin embargo, lo que más causaba risa a las demás era cuando Fluvio hablaba del sueño que tenía.

   —Yo un día saldré de aquí para encontrarme con el mar.

En verdad, Fluvio tenía la convicción, la absoluta certeza de que ese era su destino. Lo había soñado una noche en que se durmió a la luz de la luna que entraba por la ventana. Las demás gotitas sabían que, llegado el momento, todas se unirían para formar un charquito o un pequeño riachuelo. Ese era el destino que toda gota debía seguir. A Fluvio se lo habían dicho en repetidas ocasiones. “Las aves vuelan, los peces nadan, nosotros hacemos charcos”. Pero Fluvio nunca hizo mucho caso y mucho menos dudó de su destino. Sabía que él no podía terminar en un charco porque, se decía, haber sido gota entonces no tendría sentido. Todo lo que él pensaba, creía y sabía se iba a diluir en un torrente inútil.

   —Pero el mar es sólo otro gran charco. No hay diferencia —le decían las pocas gotas que se ocupaban de escucharlo.
   —Sí hay una diferencia, —replicaba Fluvio— que cuando llegue al mar será porque quiero y porque es un sueño que decidí seguir.
   —¡Tanto trabajo para llegar a lo mismo!

En ese momento, Fluvio callaba. Sabía, tan bien como sabía que no era lo mismo, que era inútil discutir con aquellas gotas. Bastante tiempo había pasado tratando de explicar lo que sentía pero no había encontrado nunca alguien que lo entendiera.

El tiempo pasaba y Fluvio sentía más cercano el día de partir en busca de sus sueños. Sus compañeras, que ya formaban pequeños charcos le criticaban el hecho de que hablara demasiado y no hubiera hecho nada. Sin embargo, un buen día Fluvio tomó valor y se deslizó fuera del lavabo, se escurrió por la orilla y bajó por la pared hasta el suelo. Ya en el suelo se dirigió a la puerta y al deslizarse por debajo de ella se encontró con un obstáculo infranqueable. El piso alfombrado secaría lentamente su cuerpo hasta que no quedara nada de él. No había otra opción. Pegarse a las paredes resultaría inútil porque en cualquier momento podía caer y perderse en miles de fragmentos. Decidió volver.

Con los ánimos decaídos subió por la pared hacia el lavabo sólo para encontrarse con las risas de sus compañeras. Sintió, por primera vez, que tal vez todos tuvieran razón. Tal vez era un sueño inútil. Como sea, no quería seguir oyendo aquellas burlas y, como pudo, llegó hasta la ventana que daba al jardín. Ahí, se quedó contemplando el vacío, la distancia enorme que lo separaba del mar. Pensó que cuando volviera al lavabo se uniría a sus demás compañeras y seguiría el destino que toda gota debía seguir. Pero algo lo detuvo. Vio, a al otro lado de la ventana, a una niña que lloraba desconsoladamente. No pudo entender las razones del llanto de aquella pequeña. No se le puede pedir a una gota que entienda de emociones humanas. Sin embargo, algo dentro de sí le hizo entender que compartían en ese momento muchas más cosas que las que compartía con las demás gotas. Cuando la niña se fue, lo único que quedó al lado de la ventana fue una lágrima.

Se llamaba Crima. Sabía poco de la vida pero creía firmemente que algo la había llevado hasta ese lugar. Creía en el destino y que iba a saber distinguir los reflejos del mismo cuando éste se materializara frente a ella. Por eso, cuando vio la figura de Fluvio del otro lado del cristal, supo inmediatamente, con una certeza abrumadora, que había encontrado su destino. A su vez, Fluvio supo, al verla, que había encontrado la más bella creación de todo el universo. Así, uno a cada lado del cristal, se observaron y se acercaron lo más que pudieron. La cruel frialdad del vidrio sólo acrecentaba el deseo de encontrarse. Pasaron así la noche entera, bañados por la luz de una luna. No dejaron de mirarse hasta el momento en que se quedaron dormidos.

A la mañana siguiente los despertó el viento matutino. Alguien había abierto la ventana y ya nada los separaba. Ante tal situación, Fluvio y Crima no pudieron más que sorprenderse. No corrieron a encontrarse sin pensarlo. Antes se vieron nuevamente. Se contemplaron durante un largo rato sabiendo, esta vez, que nada los separaba ni los separaría. Fue Crima la que habló primero.

   —Sabía que te encontraría —le dijo.
   —Yo te había visto en todos mis sueños.
   —¿Cómo fue? ¿Con que soñabas?
   —Con que algún día encontraría el mar, y hoy lo he encontrado en ti.

Y al decir esto se abrazaron en el primer y último abrazo de una gota y una lágrima. Poco a poco sus siluetas se confundieron y pronto donde hubieron dos no hubo más que uno. Fluvio encontró el mar que había buscado en sus sueños y ella encontró el reflejo del destino que había estado esperando. Al estar unidos no pudieron advertir que el sol se acercaba y éste los sorprendió bailando al ritmo del viento. Se evaporaron lentamente y se perdieron en el ambiente cálido de una tarde de verano. Se convirtieron en nube y viajaron a los lugares más impensables. Viajaron por ríos y arroyuelos, vivieron en lagos y en montañas convertidos en hielo, hasta que un cayeron al mar, y se perdieron para vivir entre los corales.

viernes, 11 de mayo de 2007

Una pequeña historia de infortunios

Sé que prometí la segunda parte de "Que no te daré yo" pero bueno, quedará para la próxima. Por ahora va un relato que vino en un sueño y que es un poco trágico. Habla de esas veces en que la realidad y el azar evitan que dos personas se encuentren.

Escribes una carta. Letras… una tras otra… palabras. Tus sentimientos se escurren por tus dedos y se detienen al contacto del bolígrafo. Dudan un segundo. La transparencia requiere de varios segundos de duda. Pero pronto llegan más y el torrente se desborda. La tinta es insuficiente y el ritmo de tu mano es demasiado lento. No logras escribir lo que sientes, ni siquiera lo que tenías pensado. Ella, sus ojos, su recuerdo. Todo es demasiado bello y tus palabras no alcanzan a dibujar con suficiente claridad su belleza. Que la amas, que el aire quema tus pulmones cuando ella no está. Todo es una probabilidad que se ha instalado en tu corazón. Hay una semilla que empezaste a regar en aquel momento fugaz en que la conociste. Puede que todo sea una ilusión, eso no lo sabes. Has aprendido que la belleza se esconde en los lugares más insospechables. Pero nada te detiene. Palabras, tinta, todo se mezcla en una vorágine y al final el resultado es un delirio. Es imposible seguir el hilo de tus pensamientos. Tal vez ella logre descifrarlo. Y ¿cómo lo haría si no conoce ni tu voz? Robas otro segundo al tiempo y la duda te visita una vez más. Es una locura pero, ¿de qué otra manera habrías de conocer a alguien tan loco como tú? Y con este argumento te diriges a la oficina de correos. Pagas el importa del sello y colocas la carta, no sin antes pensarlo dos veces, en el buzón.
Pasan las horas. Sabes que es imposible que lleven tu carta al instante. Sabes que tendrás que esperar al menos un día para que la carta salga de la oficina de correos hacia su destino. Pero esa certidumbre no te tranquiliza. Piensas que no hay vuelta atrás. Es demasiado tarde para arrepentirte. Quisieras que pasara el tiempo pero el reloj no hace caso a tu desesperación. Los segundos son como gotas que escurren del grifo a intervalos irregulares. Diez… once… y el doce tarda lo que vale un año en llegar. El sudor recorre tu frente. Decides comer algo, lo que sea, y lo que encuentras lo comes como si no hubieras comido en años. Pero el vacío no se llena. La falta se hace cada vez más grande. Te recuestas y no logras dormir. Todo es inútil. Así que sales a la calle y caminas. Al llegar a la esquina, decides que puedes caminar hasta la siguiente. Así, esquina a esquina vas dejando que la ciudad te engulla y pronto olvidas lo que acabas de hacer. Eres una más entre tantas soledades que caminan por las calles.
Tu carta llega a su destino y ella, sorprendida, la abre con una aflicción en el corazón. ¿Quién se habrá atrevido a mandarle aquella carta? Ella espera que sea su antigua pareja. Tal vez al fin se haya arrepentido. Pero no es así. Alguien le ha escrito una carta con palabras confusas que hablan de sus ojos. ¿Serán en verdad sus ojos? ¿Habrá alguna equivocación? Y vuelve a leer la dirección impresa en el sobre. Es correcta. Su nombre está escrito en la parte superior de la hoja. Lee, se inquieta, sigue leyendo y por fin termina de leer aquella carta enigmática. Alguien le hace una seña pero ella no responde. Corre a su habitación y lee una y otra vez aquellas palabras. Ahora lo recuerda, aquel chico con la mirada intensa. Debía ser él. Pero no está segura. No está segura de nada. Son palabras demasiado bellas para tomarlas en serio. Su corazón está lastimado y no está lista para iniciar una nueva aventura amorosa. Algo en ella comienza a nacer. Su corazón se abre y eso duele. Aquel que está dispuesto a amar también está dispuesto a sufrir, y ella lo sabe de sobra. Tiene que tomar una decisión. Aquella carta espera una respuesta. La incertidumbre, el miedo, todo le llega de golpe. Recuerda aquella vez que le rompieron el corazón. No quiero que eso vuelva a pasar. Pero la tentación es muy grande. Toma una hoja y un bolígrafo entre sus manos. Comienza a escribir sin pensar en lo que hace. El exterior ha dejado de existir. Existe ella, el bolígrafo y la hoja que se va llenando lentamente de letras. Ella también cree poder llegar a amarlo. Si al menos la mitad de sus palabras son ciertas ella le entregaría su alma. Pero de pronto al imprevisto ocurre. Una voz llega del exterior. Alguien la llama, y eso rompe el encanto. ¿Qué estoy haciendo?, se dice a sí misma mientras contempla, absorta, lo que acaba de escribir. ¡Es una locura! Y ese momento de distracción basta para que se deshaga rápidamente de lo que estaba escribiendo. Toma tu carta entre sus dedos y, entre lágrimas que no puede controlar, la desgarra hasta que no queda nada. No puede permitirse caer en una nueva ilusión. ¿Quién le ha hecho creer que las cosas funcionan así? No, el mundo es otra cosa. Ella sale de su habitación y los restos de tu carta no son más que papeles perdidos entre deshechos en un bote de basura.
Han pasado días y has perdido la esperanza. Es seguro que ella no le dio importancia o que algún empleado del servicio de correos extravió tu carta. Es lo más probable. Una más que se va. Tal vez no naciste para encontrar el amor. Sin embargo, sentiste que aquellos ojos te responderían. La profundidad que viste en ellos era diferente a todo lo que habías visto antes. Pero no existe el hubiera. Ella sale de su casa como cualquier otro día. Va a su trabajo, a ver a sus amigas o a algún encargo ocasional. La ciudad la engulle como a ti te ha devorado antes. Y tú sales a caminar con la mirada baja y la resignación de saber que todo ha sido en vano. Al final, en una ciudad tan contaminada de realidad y falsa cordura tal vez nunca se encuentren, y el único sitio que quede intacto para ambos sea el siempre dulce y doloroso recuerdo.

lunes, 7 de mayo de 2007

Que no te daré yo

Hoy que iba caminando por el Jumbo (supermercado local) me encontré con rastros de este poema perdidos en mi memoria. Pensaba en que hay precios que el amor no debe pagar, y entre ellos, nunca debe reducirse a una fórmula. Uno no debe seguir los pasos que fueron trazados previamente. Creo en la necesidad de luchar contra las convenciones. Como sea, pensé que le vendría bien una segunda parte. Así que por lo pronto, dejo aquí la primera:

Búscate un amor mayor
que sepa como hacerte daño
que te enseñe a malvivir
que no sienta mariposas
lejos de la entrepierna
que aparente ser feliz
búscate un amor cobarde
que sepa como huirle a todo
que no comprometa nada
que te eduque en llanto
que no le importe si ríes
o si estás enamorada
búscate un amor injusto
que cobre en tu piel
que sólo sientas tú
que prefiera estar solo
que bien acompañado
que sólo llores tú
búscate un amor normal
que no te robe el sueño
que nunca sea de dos
que vea sólo con los ojos
que asegure tu vida
que no te daré yo

- Dany Marlowe -

viernes, 4 de mayo de 2007

Sobre el ajedrez

Perder. . . Nunca uno llega acostumbrarse. Desde el juego más elemental hasta el más complicado. Perder resulta doloroso. Si la vida fuera un juego de ajedrez, como el gritante de México afirma, podríamos pensar en distintos tipos de pérdidas. No sería lo mismo, por ejemplo, perder un peón que un alfil. ¿No es así? Lo que pasa es que uno le asigna valor a las distintas piezas que, en esta analogía, rodean al rey, es decir, a uno mismo. Casi todos tenemos una torre por ahí que siempre nos está cuidando aunque se encuentre lejos, algún amigo raro que se mueve en L como caballo, o alquien que siempre está al lado como un alfil. El problema, para los hombres al menos, está siempre en relación a la reina. Ella recorre todo el tablero a su antojo y transforma todo lo que toca a su paso. Perder a la reina es una de las cosas que más duele. Y ¿qué se hace entonces? ¿Andar por el mundo sin una reina? ¿Poner peones en su lugar? Porque mil besos de peón no hacen uno de reina. Eso que quede claro. No sé al final qué sea mejor. Si borrar a la reina de tablero o inventar una nueva. Machado dice que todo amor es fantasía, y eso habrá que marcarlo. Tal vez en los ojos que vi la semana pasada pueda basar la historia de la que brote la próxima reina. Es algo transitorio. Lo sé. Pero como dice, Erika, lo importante será, como siempre, seguir jugando.

Dos preguntas

¿
Cómo sé
si el vacío
que recorre mi pecho
cuando despierto
es el mismo
que veo en tus ojos
?

¿
Cómo sé
si soñaste
el beso que yo soñé
en otro escenario
pero
en la misma boca
?

Diplomacia

Sólo les produce gracia, lo que causa indignación, y a encubrir la corrupción, lo nominan «diplomacia». Y consideran audacia, que lo justo y...